martes, 29 de septiembre de 2015

Atracción fatal


La semana pasada celebramos nuestro habitual concurso de micro relatos; en esta ocasión y por primera vez en Facebook. Se saldó con seis micros, entre ellos el mío, un fascinante relato que titulé: "Atracción fatal" y que quedó en un modesto cuarto lugar. El relato ganador, el que se llevó el oro, fue: "El hada en el pozo" de Rosa G P, que podéis leer, si no lo habéis hecho todavía, en su blog: Algunas Pequeñas Historias. Muy bellas, por cierto. 

Aquí os dejo el mío:

Atracción fatal


Dios… Cuánto te echo de menos. ¡Cómo añoro nuestras citas a escondidas! Me han dicho que me olvide de ti para siempre. Te echan la culpa de mis males; pero yo no creo que pueda vivir sin ti, anhelando desesperado sentir en mis dedos la cálida y suave textura de tu cuerpo esbelto, acercarte a mis labios, humedecerte con mi saliva y chupar, chupar hasta consumirte, sintiendo tu calor correr por mis venas y exhalar poco a poco el humo, dibujando círculos, viendo como se elevan por encima de mi cabeza y se diluyen en el aire.

martes, 15 de septiembre de 2015

hechizado







Hola, amigos: Soy el Duende entre las hortalizas. En primer lugar, quiero daros las gracias a los que habéis visitado este blog, tristemente abandonado por su dueño. Ignoro si alguien se ha preguntado por qué dejó de escribir El hortelano poeta. La respuesta más corta sería: Por que está viejo. Esto fue lo que ocurrió: los personajes de todas las pequeñas historias que inventó, se pasaron de unas a otras y andan mezclados y revueltos en su cabeza, de modo que ya no sabe quién es quién ni a qué historia pertenece. 
Pero ésta semana tengo una noticia positiva: Encontré un pequeño relato, menos de cien palabras, escritas por el Hortelano en la penca de una acelga. Lo copié en su PC y lo envié al concurso de Bubok. Ahí os lo dejo:

Hechizado.

El tren no pasó más por el valle donde Joaquín apacentaba sus ovejas, pero cada día a la misma hora, el pastorcillo se sentaba al lado de la vía a esperarle, con la ilusión de volver a ver a la preciosa jovencita, que un día le miró con ojos tristes, tras el sucio cristal de una ventanilla del último vagón.