viernes, 28 de diciembre de 2012

Veintiocho de diciembre


(Un soneto para los santos inocentes).

Una gran turbulencia se aproxima,
predicen algunos con insistencia;
yo, que soy doctor en turbulencias
y apuntalo con poemas mi autoestima,

tomo mis precauciones contra el viento:
nunca abro dos ventana a la vez
y abotono el abrigo hasta la nuez
si tengo que salir de mi convento.

El día de inocentes, por la acera,
no conviene meterte en un pitote,
un jaleo, barullo o pelotera.

Si no vas con un ojo en el cogote,
es fácil que te roben la cartera
y te cuelguen encima un monigote.

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